Desde los orígenes del cristianismo han existido voces disidentes, profetas de calamidades y falsos maestros. ¿Qué hacer con ellos? ¿Cómo tratarles? ¿Por qué siempre tiene que haber lobos disfrazados de ovejas? La carta del apóstol Pablo a su discípulo Tito, nos da algunas respuestas.